Los líderes y la adaptabilidad del talento humano en la vida líquida

Por Carlos Pacheco y Julio Martínez Itté

El sociólogo Zygmunt Bauman, acuñó una expresión que ilustra con claridad la vida moderna. Esa expresión fue Modernidad Líquida, título de su libro. En el prólogo dice: “Los fluidos, por así decirlo, no se fijan al espacio ni se atan al tiempo… No conservan una forma durante mucho tiempo y están dispuestos (y proclives) a cambiarla”. 
Agrega: “Estas razones justifican que consideremos que la ‘fluidez’ o la ‘liquidez’ son metáforas adecuadas para aprehender la naturaleza de la fase actual —en muchos sentidos nueva— de la historia de la modernidad.”

La vida líquida se caracteriza por la precariedad, por la incertidumbre, por cambios constantes y veloces, por una sucesión infinita de finales y nuevos comienzos. El cambio está en el aire, ocurre todo el tiempo y se acelera. En el presente y en el futuro las organizaciones con la mejor posibilidad competitiva serán aquellas preparadas para fluir, adaptarse al mercado y a rivales y socios líquidos, con la capacidad de deshacerse afirmativamente de las estructuras obsoletas y de influenciar la renovación incesante de las cosas y las personas.

En su último libro “The Inevitable”, Kevin Kelly, describe 12 fuerzas tecnológicas que están dándole forma al mundo líquido en el que viviremos en los próximos 30 años. Dice: “Nos metamorfoseamos tan rápido, que nuestra habilidad para inventar nuevas cosas supera nuestra capacidad de incorporarlas a la vida ciudadana”. En el futuro se incrementará aún más la tasa de cambio. “En el intangible reino digital, nada es estático o fijo. Todo está en construcción, en continuo upgrading”, agrega.

En una economía y sociedad cada vez más líquida, se necesita un liderazgo también líquido, capaz de modelar y moldear la adaptabilidad del talento humano al cambio acelerado del contexto como competencia esencial para tomar las riendas de esa inevitable transformación. Hacer que la organización cambie a la velocidad creciente del cambio externo -y no de manera espasmódica, recién luego de acumular una visible pérdida de valor de mercado- es un imperativo de todos sus miembros, pero primero de sus líderes actuales.

El talento líquido

“Los empleos seguros en empresas seguras resultan solamente nostálgicas historias de viejos”, afirma Bauman “No existen tampoco habilidades ni experiencias que, una vez adquiridas, garanticen la obtención de un empleo y en el caso de obtenerlo este no resulta ser duradero”.
Este imperativo de volver líquida la base última de la ventaja competitiva, el talento humano, impone a todos los miembros de la organización y, en primer lugar a sus líderes, un reto impostergable: desarrollar la adaptabilidad como competencia crítica.

Se habla mucho de resistencia al cambio, pero lo cierto es que las personas venimos equipadas para cambiar. Todos los individuos cambiamos a lo largo de nuestra vida. Tenemos la capacidad de procesar las pérdidas que trae el cambio, desaprender, aprender y recomenzar. 
Desde 1980, gracias a William Bridges, conocemos el proceso psicológico mediante el cual las personas reaccionamos y nos adaptamos al cambio externo, que denominó “transición”. Toda transición comienza con un “Final”, con un evento externo que la activa, algo que se termina. Luego viene la “Transición” per se, que se corresponde con una zona donde el viejo orden se fue y el nuevo aún no llegó. Es el caos (un orden todavía no descifrado). Es un tiempo de duelo ante lo perdido. Y finalmente hay un “Nuevo Comienzo”. La persona se ajusta a la nueva realidad. De manera gradual las antiguas rutinas y estructuras son reemplazadas por las nuevas. 

Cambiarse a sí mismo

En la sociedad líquida, los seres humanos repetiremos con frecuencia creciente el proceso descripto por Bridges o de lo contrario pasaremos a engrosar las filas de la oposición o de la resistencia -si el cambio de contexto nos se ha llevado nuestra cuota de poder.

La adaptabilidad está en nuestra naturaleza, pero ejercitarla hasta convertirla en un hábito vital es algo que los líderes tienen que hacer más temprano que nunca. Los líderes actuales deben formar el talento líquido que necesitan las organizaciones para innovar y transformarse. 

Pero el desarrollo efectivo de la adaptabilidad exige cumplir antes una condición fundamental: ellos deben ser los primeros en cambiar, desarrollar su propia adaptabilidad hasta volverla una competencia inconsciente. Como lo advirtió León Tolstoi: “Todo el mundo piensa en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”