Inclusión no es darle a todos los miembros del equipo igual voz en los debates

La inclusión tiene buena prensa. Es una palabra políticamente correcta y denota un bien que deberíamos crear en abundancia. Pasa en el ámbito de la economía y la sociedad (inclusión financiera, digital, social), y también en el de la empresa (inclusión laboral).

La palabra -incluso- ha derivado en un nuevo adjetivo (otro más!) para el concepto de liderazgo: “liderazgo incluyente”.

En el desarrollo de equipos, la inclusión es una dinámica (comportamiento interpersonal) positiva. Cuando los miembros del equipo la convierten en hábito, se crea compromiso. Al incluir, involucramos; al involucrar, comprometemos.

Lo descubrió Kurt Lewin en 1945: “La gente se compromete con lo que ayuda a crear”.

El compromiso es conexión emocional con la misión y se desea como el Santo Grial porque desata el esfuerzo discrecional, el factor que dinamiza -más que ningún otro- el desempeño extraordinario (especialmente cuando el equipo enfrenta un desafío de innovación y nadie sabe cómo ir de A a B).

Sin embargo, la inclusión no es darle a todos los miembros del equipo igual voz en los debates.

Alguna voces importan más que otras

Los equipos efectivos lo saben: inclusión no es participación democrática (todos tienen igual voz -y voto- en los debates). Por el contrario, inclusión significa: todos intervienen de manera desigual en los debates, en función de la decisión. Es darle a todos voz en los debates, pero no necesariamente la misma voz.

Hay ciertas decisiones en que unas voces pesan más que otras y reciben más “tiempo en el aire” -sino todo. Como cuando la decisión solo puede tomarla el único miembro del equipo que sabe sobre el asunto.

Hay decisiones que se consensúan (lo que requiere incluir a todos los miembros del equipo en el debate). Y hay decisiones que el equipo decide -por consenso- que la tome una minoría (por ejemplo, de expertos temáticos).

Vale decir, en los equipos de alto desempeño, inclusión es participación desigual, inequitativa. Y esta desigualdad se diseña de manera intencional y contextual, esto es:

  • con la intención de maximizar la efectividad del equipo y

  • en función de la naturaleza de la decisión (crucial o no, irreversible o no, estratégica u operativa, de alto o bajo impacto,…)

En mi libro Construir Equipos Ganadores (LID, 2019) describo el código RAPID -creado por Paul Rogers y Marcia Blenko de Bain & Co.- para hacerlo. Pero puede hacerse con el código de McKinsey o mediante otros.

Sin embargo, cualquiera sea el código propietario en uso, el desafío es el mismo: cómo incluir a cada miembro del equipo en el debate de modo tal que mejore la calidad de la decisión (el resultado) y, a la vez, se acelere el proceso.

Los códigos referidos permiten diferenciar los derechos decisorios y, por lo tanto, hacen desigual la participación. Así, la inclusión impulsa la efectividad (se puede conseguir calidad y velocidad decisional a la vez).

El alma de un emprendimiento

Permitir que las personas de la empresa tengan voz y libertad para elegir es una de las tres dimensiones del alma de un emprendimiento, dice Ranjay Gulati en su artículo “The Soul of a Start-Up”, publicado en la HBR de Julio-Agosto del año pasado.

El alma de un emprendimiento es su espíritu esencial, el intangible que explica su fuerza disruptiva. “Los fundadores sienten su presencia –escribe Gulati. También los primeros clientes y empleados. Inspira a la gente a aportar su talento, dinero y entusiasmo … Mientras este espíritu persiste, el compromiso es alto y el emprendimiento permanece ágil e innovador y en crecimiento.”

Por eso la inclusión como hábito de los equipos importa. E importa tanto o más no malentenderla como “cada voz tiene igual peso en cada asunto”.

Este malentendido no es neutro. Acarrea al menos dos consecuencias letales: puede disminuir o anular la capacidad de innovación del equipo -el efecto positivo de hacerlo diverso en especialidades- y puede terminar con su agilidad. La búsqueda de una inclusión ubicua e igualitaria consume tiempo y en muchas situaciones hace que el equipo no sea más grande que la suma de las partes.